Si lo que buscáis es leer algo para que Scott Parker os entre de lleno podéis entrar aquí o aquí. Siempre me he dedicado a explicar que mi adoración por su figura como futbolista trasciende del aspecto deportivo, va un poco más allá de su significado como capitán, y es en ese punto desde el que se puede llegar a valorar a Scott Parker como una auténtica maravilla, como una conjunción de heroísmo y simbolismo para su propio equipo. Porque visto desde la perspectiva más plana, la de un jugador más de fútbol, su imagen no es tan grande y corre el riesgo de ser sobrevalorada. Él es inmenso en su contexto de liderar a un West Ham caído que finalmente no pudo levantarse.
El fútbol de Scott Parker regala un pase en corto, un cambio de banda, una asistencia entre líneas, llegada imperial en segunda jugada y un peligroso disparo desde media distancia. Conduce en demasía porque se sabe necesario para su equipo, es agresivo porque no hay nadie más sentimental que él, se equivoca por querer hacer demasiadas cosas y los puntos que le resta a su equipo se los añade con destellos inusuales: un toque con el exterior para marcar desde fuera del área, un disparo que bien vale una permanencia o un abrazo que unifica a toda una entidad descompuesta.
Todo esto lo ha dado en su ambiente donde se sabe el más importante. El día que brilló con Wilshere jugando para la selección inglesa fue noticia para toda la semana siguiente. Pero ahora más que nunca hay que cuestionarse su adecuación a un hipotético -cuestión de tiempo- cambio de equipo. Su realidad de fútbol y moralidad que ha mostrado hasta ahora no podría ponerla a funcionar en un nuevo entorno, en un lugar en el que ya no es la figura principal. Quizás una exigencia mayor que la de la permanencia podría sacar a relucir todas sus carencias. En los dos últimos años ha tenido que remar para no hundirse. Eso ya no sería así.
Se le define correctamente como un mediocentro. Sin embargo, se omite toda su proyección ofensiva e importancia en las llegadas, lo cual es un inconveniente para cualquier esquema que quiera apoyarse en él como base del centro del campo. Es impulsivo en sus acciones, seguramente demasiado, y le falta la pausa con el balón que puede ofrecer Scholes, Modric o incluso Barry. No le entusiasma la lentitud porque siempre ha ido a contracorriente, pedalea cuesta arriba porque rara vez ha tenido un plácido descenso. Su abrumadora necesidad por ayudar le lleva a cometer errores de bulto que no serían tolerados a otro nivel. ¿Es el mejor en su posición? Ni de lejos. Scott Parker ha llegado a ser lo que es por ofrecer más que fútbol.
Sirva todo esto como un aviso de moderación frente a la locura desmedida que pueda desatar su fichaje. No es mi objetivo querer derrumbar el mito que se ha creado -escribe alguien que adora a Scott Parker como figura por encima de todos, o casi todos, los jugadores de la Premier League- sino dotarlo de unos argumentos que lo sitúen en una realidad futbolística creíble. Dicho esto, afortunado el que se lo lleve este verano: habrán conseguido un jugador valiosísimo y un seguidor diario más.