Tiempo pequeño. Brevedad en los buenos momentos. Los que te acompañan desde que tienes uso de razón y que sueñas con que no se terminen. Todo se pasa más rápido cuando se disfruta. Cada uno tenemos nuestros ídolos e iconos que permanecen siempre, que nunca se van. Mientras Zinedine Zidane y Carlos Goñi son los míos, Thierry Henry forma parte de esa habitación de ilustres en la mente de muchos. Su pasado queda grabado para el futuro de nuestra vida. Cuando su momento termina, podemos presumir con orgullo de haberlo disfrutado. Quiero que sea un recuerdo que no olvidaré.
Ahora que ellos no están, acaban de cumplir 20 años en el mundo que aman o se encuentran a punto de irse, la melancolía de sus éxitos conseguidos aumenta. Cualquier tiempo pasado siempre fue mejor. Es inevitable recordar cada dulce toque al balón de Zizou. Al igual que el gol de Henry en el Santiago Bernabéu, que permitía soñar un año más con la Champions League. Y acudir a Tu noche y la mía es obligatorio si se habla de Revólver, uno de los primeros éxitos de Carlos Goñi. Si valió la pena o no, el tiempo dirá. El tiempo ya ha opinado para mí. Decir que mereció la pena sería quedarse corto. Hace unos meses, en Ecos del Balón escribieron sobre Ronaldo Nazario. Me voy a tomar la confianza de citar el título al estar totalmente relacionado: El sueño se acaba, sólo queda la leyenda. Supongo que eso es talento.

Sigo siendo el mismo hombre, con algunos años mas. A sus casi 33 años (17 de agosto), Thierry Henry ha decidido compartir el final de su carrera con los Estados Unidos. Los New York Red Bulls extendieron sus manos y le abrieron el camino a una retirada adinerada. De ganar un Mundial con 20 años a ridiculizar a un país -por el juego mostrado de su equipo- con 32. He buscado por las calles donde fuimos más que nadie. Después de formar parte de una generación francesa inolvidable, clasificó a los suyos para el último mundial con una jugada que recorrió cada rincón deshabitado. Es lo que es, hay lo que hay.
El ojo de Arsene Wenger no pasó inadvertido tras ver al joven goleador del Mónaco y la Juventus. En Highbury agrandó el mito. Creó la leyenda. Caminé con paso firme y decidido. Se convirtió en un objeto de deseo, en la definición perfecta de delantero efectivo. Lideró a su equipo a conseguir dos Premier League, así como dos Community Shield y tres FA Cup, además de innumerables premios individuales. El Arsenal de los Invencibles le debe mucho. Lo tenían todo. Pero le faltaba conquistar Europa. Quién no desea de lo bueno lo mejor. El Barcelona se cruzó en su camino. Y lo hizo de dos maneras opuestas: venciéndole en la final de la Champions League '06 y fichándole al año siguiente. Sin saberlo, el ladrón le había quitado un trofeo que le mostraría pocos meses después como propio. El peligro es el fantasma que planea.
Recibir el balón en carrera con dirección a la porteria rival. Levantar la cabeza y conducir por el costado izquierdo del campo hasta el borde del área. Pararse. Encarar al defensor. Salir con velocidad; ganar la posición. Observar. Analizar. Ejecutar. Disparo a ras de suelo con el interior de su pie derecho al palo largo largo del portero. Prototipo perfecto de un gol de Thierry Henry. Sello distintivo. Marca de calidad. No consigo olvidarme de tí. Supongo que eso es el talento.

Su estancia en Barcelona fue cuestionada, desde un principio, por falta de rendimiento. Cualquier tiempo pasado siempre fue mejor. Llegaba al Camp Nou siendo uno de los elegidos, de los mas grandes del momento. Pero se quedó lejos de emular sus años anteriores, a mucha distancia de todas las características que se le habían atribuído, incluso cumpliendo en cuanto a números se refiere. Aquí, dentro de este túnel, nuestro amor resistirá. A pesar de conseguir el trofeo que necesitaba en su palmarés, la Champions League en 2009, no era el ídolo y el estandarte de su equipo. En Londres era distinto. Añoraba su pasado. Si mueres por dentro, lo de fuera da igual. Posiblemente fuera esa deshidratación interna de juego la que le relegara a un papel secundario. Le adelantaban por la derecha. Y es que nada es más frágil que el equilibrio.
Es mejor caminar que para y ponerse a temblar. El jueves pasado debutó con su nuevo equipo, y lo hizo de la manera que siempre ha sabido: marcando goles. El asunto es agarrar en marcha el último tren aunque sea en el último vagón. A la larga, Henry será un grato recuerdo, imborrable para muchos, en nuestra memoria. El fútbol en general y el Arsenal en particular le están agradecidos. Si el destino quisiera hacer con los dos un lazo, me agarraré a su cintura y haré un nudo con mis brazos. Supongo que eso es talento.
Ahora que ellos no están, acaban de cumplir 20 años en el mundo que aman o se encuentran a punto de irse, la melancolía de sus éxitos conseguidos aumenta. Cualquier tiempo pasado siempre fue mejor. Es inevitable recordar cada dulce toque al balón de Zizou. Al igual que el gol de Henry en el Santiago Bernabéu, que permitía soñar un año más con la Champions League. Y acudir a Tu noche y la mía es obligatorio si se habla de Revólver, uno de los primeros éxitos de Carlos Goñi. Si valió la pena o no, el tiempo dirá. El tiempo ya ha opinado para mí. Decir que mereció la pena sería quedarse corto. Hace unos meses, en Ecos del Balón escribieron sobre Ronaldo Nazario. Me voy a tomar la confianza de citar el título al estar totalmente relacionado: El sueño se acaba, sólo queda la leyenda. Supongo que eso es talento.

Sigo siendo el mismo hombre, con algunos años mas. A sus casi 33 años (17 de agosto), Thierry Henry ha decidido compartir el final de su carrera con los Estados Unidos. Los New York Red Bulls extendieron sus manos y le abrieron el camino a una retirada adinerada. De ganar un Mundial con 20 años a ridiculizar a un país -por el juego mostrado de su equipo- con 32. He buscado por las calles donde fuimos más que nadie. Después de formar parte de una generación francesa inolvidable, clasificó a los suyos para el último mundial con una jugada que recorrió cada rincón deshabitado. Es lo que es, hay lo que hay.
El ojo de Arsene Wenger no pasó inadvertido tras ver al joven goleador del Mónaco y la Juventus. En Highbury agrandó el mito. Creó la leyenda. Caminé con paso firme y decidido. Se convirtió en un objeto de deseo, en la definición perfecta de delantero efectivo. Lideró a su equipo a conseguir dos Premier League, así como dos Community Shield y tres FA Cup, además de innumerables premios individuales. El Arsenal de los Invencibles le debe mucho. Lo tenían todo. Pero le faltaba conquistar Europa. Quién no desea de lo bueno lo mejor. El Barcelona se cruzó en su camino. Y lo hizo de dos maneras opuestas: venciéndole en la final de la Champions League '06 y fichándole al año siguiente. Sin saberlo, el ladrón le había quitado un trofeo que le mostraría pocos meses después como propio. El peligro es el fantasma que planea.
Recibir el balón en carrera con dirección a la porteria rival. Levantar la cabeza y conducir por el costado izquierdo del campo hasta el borde del área. Pararse. Encarar al defensor. Salir con velocidad; ganar la posición. Observar. Analizar. Ejecutar. Disparo a ras de suelo con el interior de su pie derecho al palo largo largo del portero. Prototipo perfecto de un gol de Thierry Henry. Sello distintivo. Marca de calidad. No consigo olvidarme de tí. Supongo que eso es el talento.

Su estancia en Barcelona fue cuestionada, desde un principio, por falta de rendimiento. Cualquier tiempo pasado siempre fue mejor. Llegaba al Camp Nou siendo uno de los elegidos, de los mas grandes del momento. Pero se quedó lejos de emular sus años anteriores, a mucha distancia de todas las características que se le habían atribuído, incluso cumpliendo en cuanto a números se refiere. Aquí, dentro de este túnel, nuestro amor resistirá. A pesar de conseguir el trofeo que necesitaba en su palmarés, la Champions League en 2009, no era el ídolo y el estandarte de su equipo. En Londres era distinto. Añoraba su pasado. Si mueres por dentro, lo de fuera da igual. Posiblemente fuera esa deshidratación interna de juego la que le relegara a un papel secundario. Le adelantaban por la derecha. Y es que nada es más frágil que el equilibrio.
Es mejor caminar que para y ponerse a temblar. El jueves pasado debutó con su nuevo equipo, y lo hizo de la manera que siempre ha sabido: marcando goles. El asunto es agarrar en marcha el último tren aunque sea en el último vagón. A la larga, Henry será un grato recuerdo, imborrable para muchos, en nuestra memoria. El fútbol en general y el Arsenal en particular le están agradecidos. Si el destino quisiera hacer con los dos un lazo, me agarraré a su cintura y haré un nudo con mis brazos. Supongo que eso es talento.