A veces me pregunto qué motivo nos hace simpatizar por un equipo o por otro, cuál es la razón por la que elegimos uno y desechamos los demás. Llega un momento en el que comienzas a integrarte con los colores, a buscar los últimos resultados, alineaciones y goles; comienzas a saltar con las buenas jugadas, a pronosticar nuevos fichajes y a idear un once ganador para los tuyos. Supongo que una gran parte de los gustos tienen que ver con enlaces familiares, vínculos de amistad o simple curiosidad y simpatía. Puede ser por un detalle, una anécdota o una situación pero, una vez más, tengo motivos para explicar y razonar por qué me relaciono con el Liverpool a riesgo de jugar con la temática de esta página.
El bar es un lugar de culto para el disfrute del fútbol. Una tarde cualquiera, un jueves de Europa League, te reúnes con amigos para ver un partido acompañado de charlas, comentarios y alguna que otra celebración. Es la segunda vez que acudo al Triskel para ver al Liverpool, al contrario que Juan o Amador, fieles cumplidores con cada encuentro del equipo. Es en el piso de abajo del local donde una gran cantidad de personas, vestidas a juego con camisetas rojas, se sientan en grupo delante de una televisión. Cuando ni el partido, ni el resultado, ni el juego acompañan, bien recibidas son las historias pasadas, curiosidades del presente o proyectos futuros. Cualquier tema de conversación es bien recibido para combatir un mal encuentro.
A medida que avanza la segunda parte, las especulaciones sobre una hipotética clasificación saltan a la luz. ¿Y cuántos puntos tendría el Nápoles si nos gana? ¿Cómo va el Utrecht contra el Steaua de Bucarest? ¿Por qué Pacheco está en la grada? Juegas a ser entrenador, matemático, incluso apostante, y los nervios aumentan con los últimos veinte minutos. Un gol abajo en el marcador es la causa por la que Hodgson se ve obligado a meter en el campo a Steven Gerrard y a Lucas Leiva. La victoria es tan necesaria como complicada. Entonces se escucha de fondo cómo los allí presentes le empiezan a dedicar una canción al capitán del Liverpool mientras que Amador no tiene problema alguno en sumarse a ella. Suenan palmas y gritos de ánimo al mismo tiempo que el ambiente empieza a fusionarse con la remontada del Liverpool.
Primero, Gerrard aprovecha una mala cesión para, de rebote, empatar el encuetro. Minutos después, el propio Gerrard hace el segundo al transformar un penalti. Y un minuto más tarde, Lucas Leiva –en una jugada altamente elogiada por Juan- roba un balón en campo contrario para que, por tercera vez consecutiva, el capitán del Liverpool defina con una bellísma vaselina. Quince fueron los minutos que tardó el Triskel en colorearse de rojo ganador, el mismo tiempo en que los cánticos aumentaron en volumen y los abrazos y felicitaciones hicieron acto de presencia. Un mal partido -con un pésimo juego pero con quince minutos de rabia- sirvió para vencer (3-1), para acercar más aún la clasificación y, también, para unirme un poco más al dificultoso presente pero glorioso pasado que rodea al Liverpool. Por no hablar del post-partido.
3 comentarios:
Un aficionado del Arsenal como yo se lo pasa en grande en el Triskel. No hace falta decir nada más.
Yo aun sigo siendo el spanish supporter que se pega una panzada por ver a Mama (Atleti) a las 19.00 y ir hasta el centro a ver a Papa (Liverpool).
Buen post, pero bueno como ya os dije en persona me encanta como esta ahora el blog
Que grande es el Liverpool.
Saludos desde La Escuadra de Mago
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