Las peculiaridades efectivas de los equipos con menos recursos los hace competitivos. El caso del Swansea, además de ser conocido desde hace varios años, ya ha sido puesto en marcha en los primeros partidos de la temporada. Esto es: la finura por el balón contrasta con la fortaleza física reinante en Inglaterra y la musculatura de sus jugadores, incapaces de plantar cara a un rival mínimamente fornido, definen a un conjunto galés cuyo objetivo es competir, mantenerse en la Premier League, gracias a unos movimientos muy personales, entrenados y especializados, y que causan admiración y simpatía cuando se ejecutan con éxito. Han tardado cinco fines de semana en conseguir la optimización de su idea: finalmente, el domingo pasado hicieron su primer gol en el presente curso y consiguiero sus primeros tres puntos, en un 3-0 contra el West Bromwich Albion. Nadie más que el Arsenal y el Chelsea superan al Swansea en posesión del balón. Faltaba perforar la red; ya lo han hecho. Ahora sólamente necesitan progresar.
El trabajado ejercicio de posesión del Swansea se escalona en tres nombres y se explica en dos movimientos más uno de recuperación. Así construyen cada una de sus jugadas: mantienen el balón en propiedad y después persiguen la pelota empujados por el ansia con el objetivo de que vuelva a su dominio. Ashley Williams, primer jugador trascendental, central galés, es el pie de la jugada por encima del resto de la defensa. Cabeza arriba, dos opciones se le plantean a continuación: conducción hasta el centro del campo al más puro estilo David Luiz o pase a Leon Britton, mediocentro del equipo y segunda pieza importante. El pequeño jugador ejemplifica la idea de Brendan Rodgers: recibe el esférico, gira su cuerpo y amplía horizontes. Un pase en corto, devolución al primer toque, cambio de juego en largo, pared y continuación... Con un único pero, demasiado estático, poca proyección ofensiva y, por encima de todo, un rango de pases muy horizontal, evitando que su equipo tema la pérdida, siempre asegurando la combinación. El Swansea quiere y necesita balón por encima de todo y Britton lo cuida.
La tercera fase del proceso comienza con la recepción de Scott Sinclair, último nombre esencial, y, en menor medida, Nathan Dyer, extremos izquierdo y derecho, respectivamente. Se abren a banda, el sentido de la jugada pasa de ser horizontal (Britton) a diagonal (recepción) y desde ahí el sistema gira a vertical (Sinclair). Son los dos movimientos de los que hablábamos: pasar de mantener la posesión a ser dañino, de horizontal a diagonal y luego a vertical. Sinclair encara, se reta en un duelo con su rival, dribla y genera espacios a su lateral -porque esta posición cumple un papel fundamental en las acciones ofensivas- además de buscar la asociación con el delantero centro o mediapunta. Múltiples opciones para el mejor jugador del equipo, situación óptima para crear peligro. En un segundo plano están los papeles de Allen en su versión de mediapunta, de Dobbie y su movilidad, de Leroy Lita o del fichaje veraniego Danny Graham, de cuya puntería deberá aprovecharse el Swansea para obtener puntos.
El repliegue defensivo es intenso. Cuando la mayor virtud de un equipo es la posesión por encima del bien y del mal lo más probable es que la defensa zonal sea vulnerable. Así ocurre en el Swansea y así se explica su necesidad de robo. Van a sufrir por mantenerse en la categoría porque su experiencia es mínima y hace unos años corrían por los campos de League One. Brendan Rodgers es continuador de la idea que impregnó Roberto Martínez y hoy se aferran a ella para ganar los partidos. Progresarán, seguro, pero en caso de fallo siempre podremos decir que ha merecido la pena el intento.
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