Frank Lampard, en 1996 |
En las gradas del campo estaban su padre Frank, vestido de ídolo del club, y el entrenador del primer equipo, Harry Redknapp. Los rivales amenazaban con Carragher a la cabeza y un Michael Owen jovencísimo escondido en el fondo del banquillo. Su propio vestuario lo compartía con un elegante y espigado Ferdinand, jefe de la defensa. Pero todas las cámaras del partido, a la hora de la verdad, lo enfocaron a él. El número ocho del West Ham. Era el elegido. Respondía al nombre de Frank Lampard, aunque había que añadirle 'Jr' porque el recuerdo de su progenitor era primordial. La esperanza del club.
Perdió la primera final que disputó.
Entre nombres de niños que nunca llegaron a triunfar, el equipo del todavía imberbe Frank Lampard cayó a manos del Liverpool en la final de 1996 de la FA Youth Cup. Perdieron en la ida y en la vuelta. Fue la primera dolorosa derrota.
Pero nunca fue un perdedor.
Frank Lampard, en 2008 |
La imagen de la derrota ha estado íntimamente unida a Lampard desde que se despidiese de la Champions League en la tanda de penaltis de 2008. Sus triunfos nacionales sumaron, reconfortaron y ayudaron a crear una figura ejemplar, duradera y emotiva, pero nunca consiguieron devolverle el título fatídico que se dejó en Moscú. Perder aquella final ha sido la fotografía que, igual sin merecerlo, ha acompañado a Terry, Drogba, Cech y el propio Frank en los últimos años. Entre su primera final de la FA Youth Cup y la próxima frente al Bayern, Lampard tratará demostrar a Europa que nunca fue un perdedor y que sólo un tropiezo, el más inoportuno, evitó que alzase un título que mereció, quizás no hoy, pero sí a lo largo su trayectoria. Por eso es el rey del Chelsea.
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